ESTUDIO DE LOS PADRES EN “LA CELESTINA”
Y EN
“ROMEO Y JULIETA”
POR
Gonzalo J. Morís lara(1º1H)
Un aspecto que llama la atención del lector de ambas obras son las acusadas diferencias entre los progenitores. Tanto el carácter, el registro o la forma de actuar frente a la tragedia son marcadamente distintos, por eso el propósito de este ensayo será analizar dichas diferencias así como tratar de darles explicación, defendiendo la tesis de que, efectivamente, se deben al contexto en el que cada obra fue escrita, siendo las diferencias un reflejo del tiempo y las circunstancias del autor.
En primer lugar, si queremos comprender cómo afecta el contexto a la caracterización de los progenitores en ambas novelas es indispensable un conocimiento previo del mismo. Debemos entender pues, que La Celestina fue publicada en 1499, un periodo de transición entre las ideas del renacimiento y las del Medievo. Por este mismo motivo, la obra tendrá características de ambos períodos, siendo, de los correspondientes a la edad media, el más relevante para el análisis la supuesta función moralizante del texto. En lo que conciernen al renacimiento, el individualismo y tópicos como el carpe diem. Romeo y Julieta es, sin embargo, una obra ya completamente renacentista, por lo que no tendrá en común dichos rasgos medievales, pero desde luego sí los tópicos, el individualismo antropocéntrico y la predominación de los espacios urbanos; aspectos plenamente de la época.
Además, es importante no olvidar el contexto histórico, pues en aquel momento, tras la conquista de Granada, la corona castellano-aragonesa estaba llevando a cabo una campaña de unificación ideológica, de manera que se servirá de la religión como elemento unificador. Es por eso que es éste el periodo del auge de la inquisición, y por tanto, de la censura, lo que en gran medida condicionará la libertad del autor, Fernando de Rojas, a la hora de tratar en La Celestina temas paganos o en contra de la doctrina eclesiástica, permitiéndole solo un cierto grado de crítica a la sociedad. Este tema de la censura también estará presente cuando hablemos de Romeo y Julieta, no debido a la Inquisición, pero sí a aspectos económicos, pues, a menudo, eran los nobles los que patrocinaban las obras y, por tanto, cualquier crítica demasiado inflamatoria hacia esta aristocracia, la corona, o en general el status quo, podía privar al autor de una fuente vital de ingresos que hacían posible la obra.
Si nos fijamos en el contexto social, la sociedad de la época era una sociedad estamental y patriarcal, tremendamente rígida- pues a cada individuo le era asignado un estamento según su nacimiento- en la que el hombre es, como cabeza de familia, la máxima autoridad dentro de ésta. Serán precisamente estas rígidas estructuras de poder el centro de la crítica social de Rojas, que de nuevo en Shakespeare no será motivo de análisis, pues no hay.
Vistos los distintos contextos, estamos en posición de analizar la relación antitética que existe entre las dos figuras paternas de las obras, Pleberio y Capuleto. Comenzando por el primero, si bien en algunas ocasiones tiene algunos comentarios misóginos en los cuales objetiviza a su hija:
PLEBERIO:(…)¿Quién no se hallará gozoso de tomar tal joya como su compañía?(…)(Rojas:207)
mayoritariamente es el modelo de padre bueno y afable, que se desvive y preocupa por ella:
PLEBERIO. Señora mujer, ¿duermes?
ALISA. Señor, no.
PLEBERIO. ¿No oyes bullicio en el retraimiento de tu hija?
ALISA. Sí oigo. ¡Melibea! ¡Melibea!
PLEBERIO. No te oye. Yo la llamaré más recio. ¡Hija mía, Melibea!
(Rojas:177)
Además Pleberio no encaja exactamente con el modelo de cabeza de familia patriarcal, pues tiene en cuenta (hasta cierto punto)las decisiones de su hija en lo que se refiere al matrimonio
PLEBERIO. Pues, ¿qué te parece, señora mujer? ¿Debemos hablarlo a nuestra hija, debemos darle parte de tantos como me la piden, para que de su voluntad venga, para que diga cuál le agrada? Pues en esto las leyes dan libertad a los hombres e mujeres, aunque estén so el paterno poder, para elegir.(Rojas:205)
Finalmente, en el último acto, se nos refuerza la idea de Pleberio como padre que ama a su hija, desgarrado por la desgracia. No ve la utilidad del trabajo a lo largo de su vida si su hija no va a disfrutarlo, considera una crueldad no haber muerto el antes, de nuevo despreciando el valor de su vida en respecto a la de Melibea, que ya está perdida. Por eso clama contra el cielo, por la crueldad de estar vivo y su única primogénita muerta.
PLEBERIO-¡Ay, ay, noble mujer! Nuestro gozo en el pozo. Nuestro bien todo es perdido. ¡No queramos más vivir! Y porque el incogitado dolor te dé más pena, todo junto sin pensarle, porque más presto vayas al sepulcro, porque no llore yo solo la pérdida dolorida de entrambos, ves allí a la que tú pariste y yo engendré, hecha pedazos. La causa supe de ella; más la he sabido por extenso de esta su triste sirvienta. Ayúdame a llorar nuestra llagada postrimería. ¡Oh gentes, que venís a mi dolor! (…)¡Oh mi hija y mi bien todo! Crueldad sería que viva yo sobre ti(…). Turbose la orden del morir con la tristeza que te aquejaba. ¡Oh mis canas, salidas para haber pesar! Mejor gozara de vosotras la tierra que de aquellos rubios cabellos que presentes veo. Fuertes días me sobran para vivir; ¿quejarme he de la muerte? ¿Incusarle he su dilación? Cuanto tiempo me dejare solo después de ti, fálteme la vida, pues me faltó tu agradable compañía. ¡Oh mujer mía! Levántate de sobre ella y, si alguna vida te queda, gástala conmigo en tristes gemidos, en quebrantamiento y suspirar. Y si por caso tu espíritu reposa con el suyo, si ya has dejado esta vida de dolor, ¿por qué quisiste que lo pase yo todo? En esto tenéis ventaja las hembras a los varones, que puede un gran dolor sacaros del mundo sin lo sentir o a lo menos perdéis el sentido, que es parte de descanso. ¡Oh duro corazón de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí honras?(…)¡Oh tierra dura!, ¿cómo me sostienes? ¿Adónde hallará abrigo mi desconsolada vejez? ¡Oh fortuna variable, ministra y mayordoma de los temporales bienes!, ¿por qué no ejecutaste tu cruel ira, tus mudables ondas, en aquello que a ti es sujeto(…)¡Oh vida de congojas llena, de miserias acompañada! ¡Oh mundo, mundo!(…)
Sin embargo, Capuleto es el caso contrario.